Quizá la demonización del consumo de sal sea una estrategia
muy sutil para que millones de trabajadores acepten SALarios menores.
La palabra salario proviene de la costumbre de
retribuir a los soldados del Imperio Romano con sal (cloruro de sodio), cuyo
valor en esa época (40 a.c.) equivalía al del oro.
Con la lógica psicoanalítica —donde la
hegemonía del inconsciente impone asociaciones que la conciencia considera
descabelladas—, le propongo una idea que seguramente puede ser válida para un
conjunto de personas que tienen dificultades con el dinero.
Dentro de las rutinas clásicas de la medicina
se encuentra la toma de presión arterial.
La sal de mesa suele considerarse un alimento
que aumenta la presión arterial y su uso queda prohibido para quienes ya la
padecen, pero preventivamente la medicina aconseja abstenerse de su uso.
En la suposición de que las palabras influyen
en el funcionamiento del inconsciente, es posible pensar que algunas personas
prefieran una salario bajo porque
inconscientemente interpretan que de lo contrario podrían padecer hipertensión.
Casualmente, para tener un buen salario es necesario padecer un cierto
estrés (tensión) y la medicina nos previene que cualquier exceso de presión
arterial o de estrés es perjudicial para la salud.
El tratamiento de la hipertensión arterial
suele incluir algún diurético. Aumentar la emisión de orín es también una forma de
eliminar el oro al
que equivalía la sal cuando se creó la palabra salario.
No lo podemos saber con
certeza. Más aún, casi todo lo que creemos saber suele ser remplazado con el
tiempo por nuevas «verdades».
¿Será cierto que la sal es dañina para la salud? ¿No ocurrirá que demonizándola se logra que millones
de personas no solo bajen el consumo de sal sino que además también disminuyan
sus pretensiones salariales en beneficio de
quienes tienen más poder económico?
(Este es el Artículo Nº 1.876)
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