Un líder debería ser un
baquiano, es decir alguien que conoce el terreno empresarial como nadie.
Diría que hay mucha demanda de
cursos, conferencias y libros sobre liderazgo. De más está decir que no existe
igual interés por algo que se llame subordinazgo, es
decir, la aptitud para secundar, obedecer, ayudar, colaborar, responder.
Supongo que tanto interés por el liderazgo puede estar
ocasionado porque todos desearíamos ser jefes, tener poder, tomar decisiones,
mandar, lo que en un razonamiento psicoanalítico no llevaría a decir que «todos
querríamos ocupar el lugar de papá», no solo porque toma muchas decisiones sino
porque comparte la cama con mamá.
Resumiendo psicoanalíticamente ambos párrafos, podríamos
afirmar que todos tenemos vocación de papá y muy pocos vocación de hijos.
Claro que cuando llega la
ocasión de tener que buscar una fuente de ingresos genuina, que nos permita
independizarnos de nuestros progenitores y fundar una familia, perdemos mucho
tiempo si demoramos en darnos cuenta para qué somos aptos.
Para este tema siempre recuerdo
algo que se llama «ventaja comparativa», la que en resumidas cuentas nos aconseja
acercarnos cuidadosamente a lo que somos más aptos y alejarnos cuidadosamente
de lo que somos menos aptos.
Si damos una ligera recorrida por todo lo que en Internet se dice sobre
liderazgo, encontraremos que el don de mando tiene que ver con energía, coraje,
determinación, magnetismo personal, carisma, capacidad política, buen
negociador, estimular a que los subordinados se identifiquen con sus objetivos
(los del líder), fiereza competitiva, ambición, compromiso, inteligencia, tener
cuidado con los intentos de igualitarismo entre personas notoriamente
desiguales, manejarse con flexibilidad
moral (1),
soportar la soledad del poder.
Supongo que todo esto es correcto, pero para mí un líder
debería ser un baquiano (2), es decir alguien que conoce el terreno empresarial
como nadie, palmo a palmo.
(Este es el Artículo Nº 1.885)
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