¿Será cierto que hago todo lo posible para fracasar,
como si la condición de perdedor fuera una pieza imprescindible de mi
identidad?
Seguramente ya existen pero por
algo no me enteré aún. Quizá no se han logrado comunicar eficientemente con los
clientes potenciales.
Me refiero a una academia de
negociación, a un instituto de retórica, a un taller donde la gente se reúna
para encontrar ingeniosas maneras de polemizar con la gente tan común como
nosotros.
— Quiero desarrollar la
habilidad para discutir con un funcionario público que notoriamente está
retaceando su mejor esfuerzo para entregarme una solución que merezco y que
está solo en sus manos;
— Necesito encontrar maneras de
negociar con mi cónyuge una manera equitativa de repartirnos las tareas, las
preocupaciones, el esfuerzo económico, físico y emocional de nuestra familia;
— Me gustaría poder neutralizar
pacíficamente los métodos violentos, demasiado agresivos, amenazantes,
tramposos, insidiosos, astutos, seductores;
— Tendría que encontrar formas
de no caer de rodillas ante algunas promesas que se me presentan como
infinitamente confiables, inclusive cuando provienen de personas que ya han
demostrado que incumplen sus juramentos con total desparpajo;
— Preciso aumentar mi velocidad
de respuesta para que lo que debería haber dicho no se me ocurra cuando perdí
toda oportunidad de decirlo;
— Debería encontrar la fórmula
para que las emociones no jueguen a favor de mi ocasional oponente. Tantas
veces quedé paralizado, obnubilado, con la mente en blanco, cuando más
necesitaba la lucidez para evitar perder lo que otros más voraces quería
quitarme, que cada vez que me enfrento a una discusión lo primero que acude a
mi mente es que me traicionaré, que haré todo lo posible para fracasar, como si
a esta altura de mi vida fuera más importante conservar mi tradición de ser un
perdedor porque esa característica es imprescindible para mantener mi
identidad.
(Este es el Artículo Nº 1.896)
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1 comentario:
Basado en hechos reales..., reales para muchos !!
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