Quienes agradecen con devoción los favores recibidos quizá sean colaboradores solo con quienes están en condiciones de pagarles.
Con un poco de buena voluntad e
imaginación, podemos desarrollar algunas ideas respecto a un gesto muy humano:
mirar hacia arriba para agradecer o para implorar.
Encontramos un mismo gesto para
expresar gratitud y para pedir ayuda. Esto nos podría sugerir que ambos
sentimientos están emparentados aunque racionalmente parecen opuestos.
Un vínculo posible entre esos
sentimientos opuestos sería algo así como que agradecemos para que, quien sea
que nos haya ayudado, (generalmente se piensa en Dios), tenga en cuenta que
somos personas a quienes vale la pena ayudar porque somos agradecidas.
El razonamiento que subyace a
ese gesto de agradecer e implorar mirando hacia arriba, nos permite suponer que
quienes lo hacen son personas que solo ayudan a quienes agradecen.
El agradecimiento es una
especie de remuneración que recibe quien ayudó. Ese agradecimiento a veces
sugiere algo más cuando se agrega la frase «¡que Dios se lo pague!», en cuyo
caso estamos entendiendo que los favores, las ayudas, las colaboraciones tienen
un valor que merece ser pagado.
En esta línea es posible pensar entonces que aquellas personas que
agradecen al cielo, (o al techo), mirando hacia arriba con frases de gratitud
son personas que en caso de colaborar con alguien necesitan, demandan o exigen
que se les pague, o que por lo menos se les agradezca.
En suma: quienes agradecen
con devoción los favores recibidos, en caso de colaborar con alguien esperan
ser retribuidos, esperan algo a cambio, (gratitud, regalo, otro favor, dinero),
y no puede decirse de ellos que son colaboradores
desinteresados, en todo caso podría decirse que
son colaboradores con quienes están en condiciones de pagarles con gestos de
agradecimiento, con favores similares futuros, con pagos materiales efectivos.
(Este es el Artículo Nº 1.887)
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