Casi ningún joven obtiene
una calidad de vida digna y estable. Estos logros vienen con las canas, después
de la quinta década.
En otro artículo (1) les
comentaba algunas características de los préstamos pactados a muy largo plazo,
25 años, por ejemplo. El ejemplo utilizado refería a la compra de una vivienda.
El caso también puede ser
comentado desde el punto de vista del ahorro, es decir, quienes compran una
casa mediante un préstamo a largo plazo logran mejorar su patrimonio, pues en
la juventud comienzan a pagar una cuota mensual y cuando cancelan el préstamo
se encuentran con un capital muy superior al que tenían al principio.
Algo similar ocurre con las
retenciones de los sueldos que hacen los institutos previsionales.
Estos son autorizados por
nosotros a quedarse con una parte de nuestros ingresos mensuales y cuando
terminamos la etapa laboral, a los 60, 65 o 70 años, según los sistemas
previsionales, comienzan a pagarnos una mensualidad que eventualmente puede ser
suficiente para cubrir todas nuestras necesidades sin que debamos trabajar
(jubilación, pensión, retiro).
Algunas personas disfrutan
haciendo alarde de mucha fuerza de voluntad, de disciplina inquebrantable, de
un gran tesón, pero lo cierto es que la perseverancia es una condición propia
de muy pocas personas y, parece una paradoja, no está presente en quienes se
ufanan de ser muy pacientes, tenaces, persistentes.
La mayoría de las personas
necesitamos alguna ayuda para obtener logros tan importantes, que tanto dependen
de un trabajo de hormiga, de
avances milimétricos que se observan en tiempos aburridores, interminables,
monótonos.
Algo parece ser una constante: casi ningún joven obtiene una
calidad de vida digna y estable. Estos logros vienen con las canas. Quizá podamos
encontrar que recién después de la quinta década de existencia podamos ver una
razonable disponibilidad económica.
Según parece, hay que esperar.
(Este es el Artículo Nº 1.892)
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