Pertenecer a la mayoría es más económico y genera menos
culpa.
Podemos simplificar las ideas y decir que
existen por lo menos dos formas de administrarnos:
a) Ganar lo suficiente para cubrir todos los
gastos necesarios; y
b) Ahorrar lo suficiente para que el poco o
mucho dinero que tenemos nos alcance.
La inmensa mayoría de las personas utiliza el
procedimiento b) (subordina la satisfacción de la necesidades y los deseos a
los recursos existentes).
Casi (dije: «casi») toda la
humanidad piensa que «las
mayorías no se equivocan».
Lo que en
realidad ocurre es que los errores masivos se disimulan mejor (impunidad) que
los errores individuales, ya que los mismos equivocados se ponen de acuerdo
espontáneamente en que
— «no es
tan grave ingresar al país algunas cositas de contrabando» (cualquiera de
nosotros); o
— «invadir
otro país alegando que ‘ellos se lo buscaron’» (Estados Unidos, Inglaterra,
Francia, etc.); o
— matar a
millones de personas en defensa de alguna causa
superior (nazis, stalinistas, maoístas, turcos).
En suma: casi toda la humanidad quiere pertenecer a
la mayoría porque de esa manera puede creer que está en lo cierto, que posee la
verdad, que es normal y que con más aliados
tiene más poder.
A estas ventajas de integrar una mayoría
(masa), se agrega un maravilloso invento que hizo el capitalismo hace unos
siglos y que aún llamamos economía de
escala.
Ocurre
que un mismo producto, fabricado en grandes cantidades, disminuye sus costos.
Para
que esto pueda funcionar, una mayoría
de personas debe aceptar ese producto.
Por
este motivo, quienes tienen los gustos y preferencias de la mayoría, viven con
menos dinero, tienen que esforzarse menos trabajando, pueden ahorrar y permitirse
la inclusión en el grupo b) mencionado al principio (vivir con lo que se
consiga en vez de conseguir lo que fuera necesario).
(Este es el Artículo Nº 1.879)
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