Desde Hollywood, Estados Unidos nos impuso sus dólares con unas fotografías. El fenómeno de la «identificación» reemplazó a la armas.
Los Estados Unidos es un país imperialista
que gobierna a la humanidad, pero su poderío mayor no está en el Pentágono sino
en Hollywood.
De más está decir que esta es la opinión de
un psicoanalista y no la de un militar.
Podría agregar que el dominio
que ha logrado este pueblo no ha sido gracias a una estrategia sino que es pura
casualidad y suerte.
En otro artículo (1) les comento que «Existe un proceso psicológico, [la identificación], mediante
el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma
sobre el modelo de éste».
En síntesis, el
párrafo anterior dice que «una persona imita a otra persona, a la que toma como
modelo».
¿Por qué ocurre esta
imitación que llamamos identificación, es decir, «volvernos idénticos a otro»?
No sé, nadie lo sabe, «sobre gustos no hay nada escrito», podemos balbucear
hipótesis más o menos atractivas, pero no es posible conocer, ni esta verdad ni
ninguna otra, lo verdadero es que nos ocurre, a usted, a mí, a todos.
Diría que la imagen
de Marilyn Monroe, (1926-1962), que encabeza este artículo, es de las más
difundidas en el planeta durante los últimos 50 años. Probablemente ningún otro
ser humano ha generado tanta admiración.
Ningún invasor
antipático ha logrado el éxito conquistador de esta rubia tonta. Si la miramos
tanto es porque desearíamos identificarnos con ella y seguramente lo logramos.
Todos los admiradores querríamos imitar algo de esta mujer: la mirada ingenua,
la sonrisa frívola, el glamur, o cualquier otro rasgo que alguien interprete a
su manera porque sus fotos sugieren múltiples atributos.
Desde Hollywood,
Estados Unidos nos impuso sus dólares con unas fotografías.
(Este es el Artículo Nº 1.878)
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