Todo lo que creemos está destinado a buscar la armonía que nos permita funcionar bien, estar sanos, productivos.
Comenzaré diciendo una
obviedad: las personas sanas funcionan mejor que las enfermas.
Agrego otra: la salud es un estado
de equilibrio y la enfermedad es un estado de desequilibrio.
De puro abusador, agrego la
última: las personas en estado de equilibrio producimos más que en estado de
desequilibrio.
¿A qué equilibrio me estoy
refiriendo? Me refiero al que produce una razonable armonía con el medio
ambiente, con el lugar geográfico, político, social, económico e ideológico en
el que estamos viviendo.
Reconocemos poseer ese «equilibrio
razonable» porque nos sentimos bien, estamos conformes, a gusto, activos.
Los aspectos psíquicos de nuestro cuerpo participan en dicho estado de
bienestar determinado por la armonía. Tanto nos ponemos de buen humor cuando
estamos en armonía como el bueno humor nos permite estar en armonía.
Los niños dedican muchas horas a jugar y no lo hacen porque sí. Dada la
configuración de su cuerpo, ellos tramitan las inseguridades, las angustias,
los miedos, jugando, es decir, aplicando la imaginación de la que están dotados
para crearse una realidad imaginaria en la que se sienten poderosos, temerarios,
con muchos amigos. Con la fantasía se crean un estado de ánimo que les devuelve
la tranquilidad y gracias a este restablecimiento de su armonía, compensan los
malos momentos tan frecuentes en sus peripecias infantiles.
Los adultos no podemos jugar tanto rato como ellos porque tenemos que
ocuparnos de otras cosas acordes a las destrezas y responsabilidades que hemos
ido incorporando con el tiempo, pero en lugar de imaginar la realidad como los
niños la imaginamos con nuestras creencias, teorías, prejuicios,
supersticiones, ritos, ideologías.
Todo lo que creemos está destinado a buscar la armonía que nos permita
funcionar bien, estar sanos, productivos.
(Este es el Artículo Nº 1.881)
●●●
No hay comentarios:
Publicar un comentario