Cuando estudiamos rendimos varias pruebas que nos enseñan a ser fáciles de entender para
nuestros futuros clientes y empleadores.
Si usted tuviera que comprar
una nueva máquina que lo ayude en las tareas, ¿tendría en cuenta la facilidad
de manejo? Por supuesto que sí.
Las máquinas fáciles de usar no
solamente son amistosas para quien las compra sino que además son económicas
pues para operarlas no tenemos que contratar a un costoso ingeniero electrónico
sino que con un operario mínimamente calificado, merecedor de un bajo costo
salarial, puede ser utilizada con el máximo rendimiento.
Las máquinas mejor concebidas,
diseñadas con el mayor ingenio (perspicacia, viveza, inspiración), se
caracterizan por ser fáciles de usar, mientras que las máquinas peor
concebidas, diseñadas con el menor ingenio, se caracterizan por ser difíciles
de usar.
Las versiones más avanzadas en
software compiten por ser intuibles, amigables, simples.
Estos cuatro párrafos están acá
para establecer una referencia para compartir con usted un comentario
ligeramente distinto.
Aunque para el amor propio de
muchas personas es ofensiva la comparación con una máquina, tarde o temprano
debería asumir que los empleadores o los clientes no se preocupan mucho por sus
cualidades humanas sino por su productividad.
¿En qué sentido un trabajador
puede ser comparado con una máquina?
Retomando lo que decía al
principio, los empleadores y los clientes son personas que no quieren romperse
la cabeza ni están dispuestos a contratar a un psiquíatra para administrar los
recursos humanos, para organizar el desempeño de los colaboradores.
Usted, yo, todos, somos
haraganes, preferimos las opciones que nos demanden el menor esfuerzo.
Para recibir un certificado de
estudio tenemos que rendir varias pruebas, enfrentar muchos desafíos,
acostumbrarnos a complacer las exigencias de profesores que, en definitiva, nos
enseñan a ser fáciles de entender para nuestros futuros clientes y empleadores.
(Este es el Artículo Nº 1.894)
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